viernes, 16 de abril de 2010

Buscando razones

El sobrepeso. ¿Un escondite secreto? Como si una persona se hiciera “bolita” para protegerse. ¿De qué? ¿Murmullo de una prohibición introyectada? Habría que escuchar a cada niña/o en su singularidad. Existen pistas para tratar de entender. ¿Si los kilos de más fueran demandas no expresadas?, indecibles, kilos de todo lo que no logra aprehenderse. Preguntas que no sabe formular. O que formula sin respuesta. “La adicción es una forma de nostalgia”, escribió Braunstein. También se come de más por soledad, por timidez, por desesperación, por ansiedad, por rabia que se revierte, por impotencia, por tristeza. Por una sensación de vacío que no se ubica en el estómago, pero allí puede intentar resolverse. Comer “llena”. La oralidad como búsqueda de paz interior.
Lacan -a través de la realidad/metáfora del amamantamiento- hace una diferencia entre la necesidad y el deseo. Un bebé necesita comer. Lo pide. Su demanda va más allá. Paralelo a ser alimentado (necesidad) quiere ser amado, reconocido, reconfortado (el deseo humanizante de ser deseado). Alimentarse no es sólo un asunto de supervivencia física, sino también de vivencia emocional. Un guiso alivia el hambre del cuerpo. Pero el cuerpo no es el único registro de nuestras “hambres” humanas. Si una come y esa otra “hambre” sigue presente —indescifrable— es posible que siga comiendo. Hasta lastimarse.
El sobrepeso podría ser un llamado infantil: “Me desbordo en un lugar que no es el cuerpo. Conténme. Ámame, mírame, indágame. Dime que los límites existen, tengo miedo de una parte de mí, tengo miedo de mi cuerpo y de crecer y quizá del mundo, y ocupo todo este espacio físico, más y más espacio físico, para reproducir —sin saberlo— mi urgencia de aprehender que sí tengo un lugar y un nombre propio. Único”. Es probable que el niño tenga ese lugar pero a veces los adultos no sabemos, cómo transmitirlo. En la vivencia cotidiana. Transmitirles que ese ser humano al que estamos mirando es ella/él y no nuestro ella/él imaginario. Transmitirles que somos capaces de luchar para atravesar nuestros propios fantasmas, para lograr encontrarnos con ellos. Capaces de renunciar a confundir nuestros deseos y dolores con los suyos.
Capaces de nombrar límites y hablarlos. Hacerse daño, y dañar no está permitido. No como decreto, sino como vivencia de contención y de amor.
¿Cuál es la imagen inconsciente que tiene cada niña/o de su cuerpo? ¿Se reconoce en él? ¿Cómo habla de su cuerpo? ¿Cómo entiende y vive la diferencia sexual? ¿Sus vínculos afectivos? ¿Qué percepción tiene de sus otros significativos? ¿Se le habla de la sexualidad (subjetividad/cuerpo) como una experiencia enriquecedora y mucho más vasta que la relación sexual? ¿Se le habla de la relación sexual como un encuentro deseable y humanizante? ¿Qué imagen se le transmite de feminidad y de masculinidad?
En Emociones destructivas, Goleman y el Dalai Lama, Mark Greenberg, narra su experiencia en “Trabajo de emociones”. Preescolar y primaria: Ayudar a los niños a reconocer sus emociones, aceptarlas y manejarlas. “Para cobrar conciencia de las emociones, no sólo debemos darnos cuenta de cómo nos sentimos, también debemos saber verbalizar nuestros sentimientos y reconocerlos en los demás. Son muchos los niños que tienen mucho miedo de sus sentimientos, es importante que ayudemos a los niños a diferenciar sus sentimientos de su conducta”. Aceptar el sentimiento de rabia, es distinto que actuarla.
Necesario y deseable el ejercicio físico, como el trabajo de emociones. Aprender a escuchar-se, no precisa grandes espacios materiales. La subjetividad de cada niña/o. Sus mesa bancos. La libertad de explorar-se en un contexto de camaradería, contención y acompañamiento. La enriquecedora vastedad de sus jardines secretos.



MARIA TERESA PRIEGO
Escritora