sábado, 19 de febrero de 2011

El dolor de vivir con obesidad mórbida



El dolor de vivir con obesidad mórbida

Movilizarse es un reto para las personas que tienen 50% o más de su peso ideal. Poseen los mismos derechos que la gente con capacidades diferentes, reconocen especialistas. Clínica del gobierno del DF les ofrece cirugías sin costo


Tanya Guerrero

MÉXICO, DF., febrero 19 (EL UNIVERSAL).– Tienen agujeros negros en las caries porque no caben en ningún sillón odontológico, dejaron de ir al cine porque su única opción para estar sentados son las escaleras, si abordan un avión pagan doble boleto, imposible subirse a un microbús, los torniquetes del transporte público sólo los pueden pasar de ladito y con el riesgo de atorarse, deben salir con mucha anticipación de casa para llegar al trabajo porque correr tras el Metrobús o un vagón del Metro es inalcanzable, no existen básculas comerciales que capten su cantidad de peso, son obesos mórbidos y todos los días se enfrentan a una ciudad que carece de espacios para ellos.
No son pocos. Son 600 mil capitalinos, según datos de la Clínica de Obesidad Mórbida del gobierno del DF, que pasaron todas las berreras de la obesidad y que hoy viven con más de 150 kilogramos en sus cuerpos y que deben moverse en una metrópoli que no está preparada para albergarlos.
Así le pasa a María Elena, quien todos los días sale a la calle cargando 180 kilogramos. Es una mujer de 34 años que hasta hace cuatro meses pesaba 220 kilos y que ha logrado bajar 40 después de una cirugía de Manga Gástrica que se le aplicó gratuitamente en la Primer Clínica de Obesidad Mórbida del Distrito Federal.
Es la paciente con mayor peso que ha llegado a la clínica que desde 2009 recibe obesos mórbidos de bajos recursos que necesiten una intervención. Ahí se practican dos tipos de cirugías el ByPass y la Manga Gástrica.
Hasta ahora se han realizado 150 cirugías exitosas, actualmente 100 más están en tratamiento para someterse a una operación y 800 en lista de espera. María Elena fue intervenida quirúrgicamente el 1 de diciembre y sus médicos confiesan que fue una de las cirugías de más alto riesgo que se han realizado en el país, incluso fue filmada por la cadena de televisión National Geographic. Verónica Pretti es una de las doctoras del equipo médico que atiende a María Elena y cuenta que su caso es de éxito porque deshacerse de 40 kilos le permitió moverse del sillón al que vivía atada. Ahora, con 180 kilos María pudo volver a las calles, aunque continúa siendo difícil para ella.

Dormir, un “deporte extremo”

A pesar de la pérdida de peso la “Ciudad Más Grande del Mundo” le queda pequeña. Nunca se ha subido a un microbús, no cabe ni de lado. Debe dejar pasar varios metrobuses o vagones del Metro para poder subirse, las sillas de los restaurantes nunca son lo suficientemente anchas como para que su cuerpo entre completo, cuando va al supermercado debe esperar a que los pasillos estén vacíos para poder surtir su carrito, “si hay gente, me tengo que esperar porque no quepo y en algunas tiendas de plano sólo puedo caminar de lado”, dice.
Salir es sinónimo de angustia para María Elena. Enfrentarse a los espacios públicos es un reto. Todo le lleva el triple de tiempo que a una persona con proporciones consideradas normales. Es lenta en sus movimientos y cautelosa para caminar. Teme caerse y que sus rodillas no toleren más el peso. Debe moverse despacio, medir los espacios en su mente y aventurarse, casi siempre con miradas indiscretas que la observan morbosamente. Aún así es preferible enfrentar la ciudad que seguir quedándose a comer en el único sillón de la casa donde cabe.
La comida es sinónimo de prisión para María Elena. Durante años fue prisionera del pan con cajeta o mermelada, de golosinas, pastelillos, chocolates y leche condensada directa del bote, del queso amarillo rebanadito o en sándwich, de la pizza, los tacos dorados y los sopes. Hoy está en recuperación, la dieta es sufrible y el reto es fuerte: 90 kilos menos antes de 2012.
No será fácil porque por años ha estado rodeada de comida y gordura. En su casa habitan más de 700 kilos. 180 los carga ella, el resto se los reparten su mamá, su papá y sus dos hermanos. Con casi una tonelada de peso nunca, la familia entera, ha podido subir junta en un elevador estándar. Pero perder peso es un asunto de vida o muerte. Con 180 kilos encima las noches la asfixian, las rodillas le reclaman, los pies se le niegan, el corazón trabaja doble jornada y dormir se convierte en un deporte extremo porque deja de respirar, por cada hora de sueño, hasta cuatro minutos.
Su peso la mantiene enferma, con sólo caminar unas cuadras se le sube la presión, se le tapan los oídos, su respiración se agita y su corazón late tan rápido como si quisiera salir del pecho. Es incapaz de caminar dos calles seguidas sin detenerse. Si está de pie las rodillas lo resienten. Si se sienta su abdomen choca con sus piernas, no puede agacharse, tampoco abrocharse los zapatos, se le complica la cotidianidad. “Me da asco meterme la toalla entre los pliegues del cuerpo después de bañarme, así que mejor pongo el ventilador para secarme”. Siempre ha tenido problemas para comprarse ropa. A los 13 años buscaba ropa de señora. Con los años el asunto se complicó, su madre tenía que comprar tela extra para agrandar las faldas y hasta antes de la operación no usaba brasier porque no encontraba de su talla. Confiesa que lo más complicado de las prendas son los calzones porque le aprietan, le cortan la circulación y a veces ha sido necesario voltear la parte trasera y ponerla adelante para hacerlos más cómodos.
Aunque la vanidad nunca ha sido su fuerte, saber que en toda la ciudad existe sólo una báscula capaz de dar un aproximado de su peso no es cosa que le levante el ego. “Pasé muchos años sin saber cuánto pesaba hasta que me mandaron a un Sanborn´s con báscula que llegaba hasta los 170 kilogramos, cuando me subí llegó al tope, en ese entonces nunca imaginé que mi cuerpo se podía expandir 50 kilos más”.

La calle, otra pesadilla

María Elena está agradecida de haber salido viva de su cirugía. “Cuando se pesa 220 kilos bajar 40 no se nota nada, pero para mí significa volver a recuperarme, salir de mi casa, disfrutar la vida. Mi hija tiene seis años y en su corta carrera escolar nunca he ido a uno de sus festivales, primero porque no podía caminar y después porque es incómodo pensar que no quepo en los espacios y que eso será suficiente para que se burlen de mi hija. “Le estoy echando ganas. En mi closet hay una maleta guardada con ropa que me quedará cuando baje 50 kilos más, es una ilusión ponérmela”, dice María Elena.
Algunos de los pacientes de Verónica Pretti le aseguran que no salen de casa, como mucho tiempo lo hizo María Elena, simplemente porque no caben en México. Sienten que ningún lugar está adecuado para ellos y salir les implica enfrentarse todos los días con la discriminación, varios han pensado en irse a vivir a Estados Unidos sólo porque allá si les servirían las porciones de comida que ellos necesitan y tendrían más espacios públicos diseñados para ellos.
“Es un error, pero se comprende, muchos pacientes de la Clínica de Obesidad Mórbida están cansados de sentirse discriminados porque no caben, han pensado en rendirse y aceptar su peso aunque la solución no está en mudarse de ciudad”, dice la doctora.
“Nuestros pacientes son mexicanos que están trabajando para perder más de 50% de su peso corporal y a muchos les lleva por lo menos un año lograrlo, durante ese proceso deben trabajar, trasladarse a sus consultas, recuperar su vida y salir a la calle, sería más fácil que hubiera espacios para ellos en la ciudad donde sí cupieran, eso ayudaría a su recuperación y a hacer más llevadero el proceso”, dice Pretti.
Porque 600 mil capitalinos con ese problema tienen los mismos derechos que la gente con capacidades diferentes a las que se les colocan rampas en las calles o semáforos con sonido, para los invidentes. Sin embargo, los especialistas no están pidiendo que la ciudad se prepare para darle servicios a miles de obesos mórbidos, pues lo ideal sería no permitir que la gente subiera de peso a esos niveles. Porque no podrían adecuarles espacios, como un asiento que soporte hasta 300 kilos en un transporte público, bancas grandes en los parabuses, banquetas bajas para que puedan subir y bajar con facilidad. Hacerles la ciudad más habitable.
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La Ciudad más grande les queda pequeña

En el DF no hay espacios para que los pacientes con obesidad mórbida puedan moverse con facilidad

* 600 mil capitalinos viven con obesidad mórbida
* 150 cirugías se han realizado exitosamente en la clínica de obesidad mórbida
* 100 pacientes están tratándose actualmente en la clínica
* 800 pacientes se encuentran en lista de espera por una cirugía
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¿Qué es?

* Obesidad mórbida Estos pacientes pesan entre 50% y 100% más de su peso ideal y tienen un valor mayor a 50 en el Índice de Masa Corporal (IMC), cuando el rango habitual va del 18 al 24.9
* IMC es igual a peso (Kg) / altura2 (m2). La obesidad está tipificada en sobrepeso cuando el IMC es de 25 a 29.9, obesidad grado II cuando va de 30 a 34.9, obesidad grado III cuando va de los 35 a los 39.9, obesidad IV cuando sobrepasa los 40 de IMC.

Fuente: Clínica de Obesidad Mórbida

INFORMACIÓN Y FOTO: PERIODICO EL UNIVERSAL

jueves, 18 de noviembre de 2010

Meta alcanzada


Así soñaba verme, ya lo logré me siento sana y feliz.

Gracias a todos los que han seguido esta historia.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Una nueva versión de mí misma


Ha pasado ya un año y tres meses de que me realizaron el by pass. Es increíble lo rápido que ha pasado el tiempo y no deja de sorprenderme mi transformación, fue tan esporádica, sin sentir. Fue ir viendo como se formaban montañas de ropa que ya no era posible usar, era probarmela y quedarme con los ojos desorbitados y la quijada hasta el suelo de ver como me quedaba enooorme alguna prenda que alguna vez ni siquiera me entró.
No se como describir todo este sentimiento, es tan radical el cambio, pero sigo siendo yo, soy una nueva versión corregida y sana de la Paty de siempre.
Hay quien me pregunta si mi cambio solo es físico o mi interior también cambió. Y me doy cuenta que si, pero para bien.
Con los kilos se fueron los miedos, las inseguridades, las verguenzas. El no sentirme bella o aceptada.
Ahora todo son comentarios favorables hacia mi persona, aunque hace ya algunas semanas que no bajo ni un gramo, me siento contenta, parece que ya llegué a mi límite. Sin embargo estoy satisfecha, me siento feliz con lo alcanzado.
Hoy día peso más o menos 90 kilos, estan bien para mis 1.70m de estatura.
Dice el Doctor que los 20 que me quedaron de mas son por la piel, que afortunadamente no se me colgó tanto como yo pensaba, tuve suerte. Sin embargo obviamente hay estragos que ojalá algun día pueda corregir.
Sin embargo no es algo que me acompleje ni me incomode, además el único que lo percibe es mi esposo, mi compañero en toda esta aventura y él dice que no le importa, que me ama igual y asi me lo ha demostrado.
Empecé este camino en enero del 2009 con 176 kilos, hoy son 86 menos y me siento más que bonita... sana.
Esta foto es como un sueño hecho realidad, yo con un bonito vestido de verano.

Saludos a todos y gracias por leer.

Ana Paty

domingo, 1 de agosto de 2010

ANTES Y DESPUES






Alma es una gran amiga que conocí en el camino, de hecho a través de este blog me contactó y afortunadamente todo lo que aquí escribo la motivó y también luchó por su propia salud. Ahora es una mujer bellísima y juntas hemos avanzado hacia una vida mejor. La quiero mucho, es de Monterrey y con mucho orgullo se las presento.

viernes, 16 de julio de 2010

OTRA FOTO


ESTA IMAGEN FUE TOMADA EL 7 DE JUNIO DEL 2010, SIGO AVANZANDO, AQUI ME ACOMPAÑA UNA LINDA AMIGA QUE SE LLAMA JAZMÍN, ES UNA CHAVA PEQUEÑITA Y LINDA, YA NO ME SIENTO UN MOOOONSTRUO JUNTO A ELLA JAJAJAJA

SALUDOS A TODOS!

ANA PATY

viernes, 21 de mayo de 2010

A PETICION DEL PUBLICO... AHI ESTA MI FOTO



HOY ES 21 DE MAYO DE 2010 Y ESTA ES MI FOTO CON 77 KILOS MENOS.

ESTO ES UNA VERDADERA BENDICION, SOY MUY FELIZ.

SALUDOS A TODOS!

ANA PATY

viernes, 16 de abril de 2010

Buscando razones

El sobrepeso. ¿Un escondite secreto? Como si una persona se hiciera “bolita” para protegerse. ¿De qué? ¿Murmullo de una prohibición introyectada? Habría que escuchar a cada niña/o en su singularidad. Existen pistas para tratar de entender. ¿Si los kilos de más fueran demandas no expresadas?, indecibles, kilos de todo lo que no logra aprehenderse. Preguntas que no sabe formular. O que formula sin respuesta. “La adicción es una forma de nostalgia”, escribió Braunstein. También se come de más por soledad, por timidez, por desesperación, por ansiedad, por rabia que se revierte, por impotencia, por tristeza. Por una sensación de vacío que no se ubica en el estómago, pero allí puede intentar resolverse. Comer “llena”. La oralidad como búsqueda de paz interior.
Lacan -a través de la realidad/metáfora del amamantamiento- hace una diferencia entre la necesidad y el deseo. Un bebé necesita comer. Lo pide. Su demanda va más allá. Paralelo a ser alimentado (necesidad) quiere ser amado, reconocido, reconfortado (el deseo humanizante de ser deseado). Alimentarse no es sólo un asunto de supervivencia física, sino también de vivencia emocional. Un guiso alivia el hambre del cuerpo. Pero el cuerpo no es el único registro de nuestras “hambres” humanas. Si una come y esa otra “hambre” sigue presente —indescifrable— es posible que siga comiendo. Hasta lastimarse.
El sobrepeso podría ser un llamado infantil: “Me desbordo en un lugar que no es el cuerpo. Conténme. Ámame, mírame, indágame. Dime que los límites existen, tengo miedo de una parte de mí, tengo miedo de mi cuerpo y de crecer y quizá del mundo, y ocupo todo este espacio físico, más y más espacio físico, para reproducir —sin saberlo— mi urgencia de aprehender que sí tengo un lugar y un nombre propio. Único”. Es probable que el niño tenga ese lugar pero a veces los adultos no sabemos, cómo transmitirlo. En la vivencia cotidiana. Transmitirles que ese ser humano al que estamos mirando es ella/él y no nuestro ella/él imaginario. Transmitirles que somos capaces de luchar para atravesar nuestros propios fantasmas, para lograr encontrarnos con ellos. Capaces de renunciar a confundir nuestros deseos y dolores con los suyos.
Capaces de nombrar límites y hablarlos. Hacerse daño, y dañar no está permitido. No como decreto, sino como vivencia de contención y de amor.
¿Cuál es la imagen inconsciente que tiene cada niña/o de su cuerpo? ¿Se reconoce en él? ¿Cómo habla de su cuerpo? ¿Cómo entiende y vive la diferencia sexual? ¿Sus vínculos afectivos? ¿Qué percepción tiene de sus otros significativos? ¿Se le habla de la sexualidad (subjetividad/cuerpo) como una experiencia enriquecedora y mucho más vasta que la relación sexual? ¿Se le habla de la relación sexual como un encuentro deseable y humanizante? ¿Qué imagen se le transmite de feminidad y de masculinidad?
En Emociones destructivas, Goleman y el Dalai Lama, Mark Greenberg, narra su experiencia en “Trabajo de emociones”. Preescolar y primaria: Ayudar a los niños a reconocer sus emociones, aceptarlas y manejarlas. “Para cobrar conciencia de las emociones, no sólo debemos darnos cuenta de cómo nos sentimos, también debemos saber verbalizar nuestros sentimientos y reconocerlos en los demás. Son muchos los niños que tienen mucho miedo de sus sentimientos, es importante que ayudemos a los niños a diferenciar sus sentimientos de su conducta”. Aceptar el sentimiento de rabia, es distinto que actuarla.
Necesario y deseable el ejercicio físico, como el trabajo de emociones. Aprender a escuchar-se, no precisa grandes espacios materiales. La subjetividad de cada niña/o. Sus mesa bancos. La libertad de explorar-se en un contexto de camaradería, contención y acompañamiento. La enriquecedora vastedad de sus jardines secretos.



MARIA TERESA PRIEGO
Escritora